© Rocío Mikulic

Debate y puesta en valor de nuestras profesiones

En esta carta dirigida a ilustradores y artistas visuales compartimos la interesante mirada de una socia de ADA sobre las diferencias entre ambas profesiones y la importancia de saber cotizar nuestro trabajo como corresponde.

Por Rocío Mikulic  

Mi nombre es Rocío Mikulic. Soy artista visual e ilustradora y resido en Puerto Iguazú, Misiones, Argentina. Soy miembro de la Asociación de Dibujantes Argentinos (ADA) desde el 2016 y a la Asociación Misionera de Trabajadores de las Artes Visuales (AMTAV) desde sus inicios en el 2020. Me considero una persona curiosa y comprometida con mis campos de acción, me he formado y sigo haciéndolo continuamente. En este marco, me gustaría expresarme sobre la convivencia entre las disciplinas que comprometo en esta carta: Artes Visuales e Ilustración.

Si bien no son lo mismo, tampoco creo que sean totalmente antagónicas ya que desde los comienzos de la expresión cultural compartieron raíces. Es cierto que una vez que se descubrieron las técnicas del grabado y la posibilidad de reproducir las imágenes se produjo una separación entre las Artes Gráficas y las Bellas Artes. Las primeras fueron catalogadas como accesibles para el pueblo y las otras como piezas ideadas para cubrir las necesidades de una elite privilegiada con alto poder adquisitivo. Sin embargo, si analizamos la historia de las imágenes podremos encontrar que muchas veces esas separaciones no fueron más que para los escritos académicos. Así, la historia demuestra una gran cantidad de cruces entre disciplinas: artistas ilustradores; ilustradores artistas; obras con características propias de la ilustración (narrativas, publicitarias y críticas); e ilustraciones con tratamiento plástico, visual y expresivo típicos de las obras de Arte.

En la actualidad tanto artistas visuales como ilustradores tienen a su disposición el acervo cultural de la humanidad. La técnica, la historia, la teoría y la estética son algunos de los conocimientos que comparten y que seguirán nutriéndose desde la conjunción de ambas prácticas.

¿Antagónicas? No. ¿Una mejor que la otra? No. ¿Diferentes? Sí, pero hermanas. Hoy se encuentran más cruzadas que nunca y esto se verifica en un sinfín de personas con intereses sobre la producción de imágenes –entre las que me encuentro– que sentimos la necesidad de apostar por ambas sin deparar en fronteras ideológicas que un día las quisieron oponer. Considero que artistas visuales e ilustradores podemos –y debemos– estar unidos desde la raíz que nos hermana. Esto potencia la declaración de la profesionalidad de nuestro hacer sin por ello dejar de reconocer y defender las diferencias.

“No saber definir de qué se tratan nuestras profesiones es desconocer las reglas del juego y por lo tanto comparable a perder antes de empezar a jugar”.

© Rocío Mikulic

A continuación intentaré desglosar algunos de mis conocimientos y pensamientos sobre las dos áreas que me competen. Desde mi lugar considero importante debatir sobre uno de los peores males que recaen sobre estas profesiones: la falta de definiciones debida al desconocimiento extendido por parte de los mismos hacedores y del público en general.

La ilustración es una disciplina en la que se crean imágenes con el fin de comunicar algo: interpretar conceptos, transmitir ideas o narrar historias. El ilustrador conoce las herramientas que brinda el lenguaje visual y las utiliza con ese objetivo. Las imágenes creadas se utilizan para ser reproducidas en diferentes soportes físicos (productos manufacturados) o virtuales. Un ilustrador debe conocer, –antes de  realizar una ilustración– las características del medio en el cual se aplica su trabajo para poder cumplirlo satisfactoriamente. Por eso, las imágenes creadas sin un fin claro no son consideradas ilustraciones sino ejercicios u obras. Quien ilustra pone su imaginario a disposición de la idea de alguien más. Esto quiere decir que  brinda una solución visual única basándose en la necesidad de otra persona, grupo o empresa. Cuando decide enfocarse en proyectos propios siempre contempla (de alguna manera) al público así como las necesidades específicas del mercado al cual dirige su trabajo. Un ilustrador no vende sus originales. Por el contrario, generalmente cede por un tiempo limitado el derecho de reproducción de su trabajo; y esporádicamente vende esos derechos por tiempo ilimitado. La cesión de estos derechos siempre aportará valor a un producto industrial o a una campaña de difusión y por ende dinero o visibilidad al cliente.

El caso del artista visual es otro porque crea su obra partiendo de su imaginario para expresar sus creencias, sentimientos e ideas sobre un tema de su interés. En general trabaja sin intermediarios, pero en el caso de hacerlo, lo habitual es que sea con colegas de la profesión con los cuales comparte pensamientos e ideales. Un artista es un creador que reinterpreta el mundo y su contexto, pero el lenguaje que utiliza para transmitir sus ideas suele ser propio de su época y sujeto a pautas específicas. Estas pautas son, en general, desconocidas  por la mayoría de las  personas. Un artista visual vende obras originales –o registros de la misma– pero siempre las ofrece para uso particular. La persona que adquiera una obra obtendrá el placer de la contemplación que se encuentra ligado a vivenciar sentimientos y experiencias. Esta persona podrá compartir con otros la obra pero siempre desde la exposición y no desde la reproducción o del uso comercial. En los casos de obras de artistas famosos –o potencialmente famosos– seguramente la adquisición de su obra representa una inversión a futuro ya que el valor de mercado subirá con los años. Sin embargo no es habitual obtener ganancias económicas por medio de la adquisición del trabajo de un artista visual.

Al reflexionar sobre lo dicho se puede pensar que un ilustrador nunca vende sus originales y un artista nunca ofrece su obra para ser reproducida. Se debe tener en cuenta que el ilustrador que vende un original, lo venderá como obra y no como ilustración. No comercializa los derechos de reproducción. De la misma manera, un artista que vende su trabajo para ser aplicado en un producto manufacturado no vende su original sino que comercializa los derechos de reproducción del mismo.

“En la actualidad tanto artistas visuales como ilustradores tienen a su disposición el acervo  cultural de la humanidad. La técnica, la historia, la teoría y la estética son algunos de los conocimientos que comparten y que seguirán nutriéndose desde la conjunción de ambas prácticas”.

© Rocío Mikulic

Es importante entender que no se nace artista o ilustrador. No existe un don mágico. Ciertamente puede haber una predisposición natural (como en muchas otras profesiones) pero no es determinante. Sin formación, esfuerzo, dedicación y disciplina, el trabajo no pasará la línea de la mediocridad. Esto significa que artistas e ilustradores deben invertir tiempo, esfuerzo y dinero en formarse. También implica estar al día con la profesión, adquirir materiales y herramientas adecuadas para que el trabajo sea de calidad. Los artistas visuales y los ilustradores son profesionales que aportan valor al mundo y que comparten puntos en común: lo estético, lo creativo y lo técnico. Por eso muchas veces son difíciles de diferenciar para el público y para quienes queremos dedicarnos a ellas. Algunas veces solemos sentir que las definiciones no son importantes e incluso llegamos a pensar que aplicarlas en estos campos creativos significa algo negativo. Pero no saber definir de qué se tratan nuestras profesiones es desconocer las reglas del juego y por lo tanto comparable a perder antes de empezar a jugar.

La necesidad de resguardarse y sentir por medio del encuentro con una obra de arte; distinguirse, diferenciarse y generar mensajes desde lo visual; es hoy, a nivel individual y social, más importante que nunca. Que el mundo y las personas tienen necesidad de nosotros es un hecho indiscutible. Si miramos a nuestro alrededor podremos constatarlo desde la vorágine de espacios y contenidos que se sostienen desde la producción visual. Aunque la demanda varíe según el lugar en el que vivamos, siempre habrá personas con necesidad de nuestro trabajo. Entonces, si queremos desarrollarnos en estas profesiones nuestra obligación será encontrarlas. El siguiente problema que surge es ponerle precio a nuestro trabajo. Cuando lo hacemos y el cliente está de acuerdo, ocasionalmente sentimos que fue porque le pusimos un valor muy bajo o porque aceptamos un descuento a sabiendas de que desvalorizábamos nuestro trabajo. Ni hablar de las veces que lo hicimos gratis. De continuar así, a fin de mes el resultado es malo: invertimos muchas horas y no ganamos lo suficiente para subsistir. Esto acarrea el peligro de pensar que no se puede vivir de la ilustración o el arte y la consecuente búsqueda de otra profesión que nos de la estabilidad económica para hacer lo que nos gusta. Es importante entender que al hacer esto damos el mensaje equivocado. Malacostumbramos a los consumidores, que encuentran la manera de suplir su necesidad a un precio muy bajo y les enseñamos a pensar que el trabajo de un artista o un ilustrador debe indefectiblemente ser barato. Este accionar repercute negativamente en los creadores que quieren vivir de la profesión y cobrar una remuneración justa por su trabajo. ¿Por qué? Porque los clientes sabrán que habrá muchos otros dispuestos a hacerlo por mucho menos.

Considero que el verdadero problema no se debe a la poca demanda sino al desconocimiento y la falta de conciliación entre los agentes, que nos lleva a ponerle valores insuficientes a nuestro trabajo. También creo que es la razón por la cual no hay profesionales de la ilustración y las artes visuales en todas las ciudades. Si no cambiamos la forma de pensar y abordar nuestro trabajo mucha gente seguirá creyendo que el arte y la ilustración no son profesiones y cada día será más difícil para nosotros como hacedores demostrar lo contrario. Es momento de unirnos, repensarnos y debatir. Es hora de empezar por casa. Debemos crear resistencia y conciencia. O nos situamos como profesionales o dejamos de producir. Hoy nos toca esta lucha y confío que nos unirá y nos hará más fuertes.

Recomendaciones

 

Si sentís que tu trabajo aún no tiene suficiente nivel y que su valor es escaso, no lo vendas, regalalo.

Si sos ilustrador/a y creés que tu trabajo tiene valor pero no sabes cuál es consultá el tarifario de ADA.

Si tenés dudas o querés vender obra original lo mejor es consultar a otros profesionales.

Si no sabés a quién consultar me ofrezco para asesorarte de manera gratuita.

Rocío Mikulic
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